¿Por qué siete músculos?

sietemusculosparasonreir nació hace un año y, al igual que los bebés vienen con un pan debajo del brazo, este proyecto vino con un chaleco salvavidas. Hace un año, todo se oscureció, perdí mi trabajo y un problema de salud me impedía salir de casa. Parecía el fin, pensaba que no podría pasarme nada peor. Pero, por aquéllo de la empatía y de la identificación con los otros, pronto descubrí que no era así. Por contradictorio que parezca, fue positivo tomar conciencia de que sí podía pasarme algo peor. Aquéllo era lo peor que me había pasado hasta ese momento, es verdad, pero ¿y el resto? Tenía 31 años cuando esto ocurrió, así que el resto era mucho tiempo. Tiempo de sobra para recuperarme, reconstruirme, para empezar una nueva vida, si así lo deseaba; tiempo de sobra, incluso, para que volviera a suceder… y para que me volviera a recuperar de nuevo.
Al fin y al cabo, he aprendido que el tiempo no transcurre en línea recta; circulamos por una espiral que sube y sube hasta alcanzar una versión mejorada de nosotros mismos. A veces, da la sensación de que retrocedemos y volvemos a pasar por las mismas situaciones, parece que volvemos a tener los mismos problemas, pero no es así y, si pudiéramos tener una perspectiva más amplia del plano en el que nos encontramos, nos daríamos cuenta de que, en realidad, estamos observando esos problemas desde la curva superior de la espiral, desde un lugar más alto, que nos ofrece un nuevo punto de vista, donde nosotros ya no somos los mismos que cuando el problema nos sorprendió ahí abajo, donde empieza nuestro camino en espiral, donde aún no sabemos nada, donde creemos que el tiempo es una unidad independiente que sólo se mueve en línea recta.
Así tomé conciencia de que aquéllo no era el fin. El tiempo no se había parado. Yo seguía viva. Un día escuché una canción que decía: «Sólo porque me hayan herido, no significa que esté herido». En aquel momento no lo entendí, ni siquiera le vi el sentido, pero ahora, gracias a la perspectiva que me da la espiral, encuentro en esas palabras la verdad de mi situación. Sólo porque me haya derrumbado, no significa que esté derrumbada. Y, para levantarme, me propuse encontrar un motivo cada día. Podía ser cualquiera, desde un mensaje de un ser querido, hasta un paseo por el parque (un gran logro durante mi recuperación) y decidí que el día en que no tuviera una buena noticia (no siempre es fácil), asomaría la cabeza al mundo para encontrarla. Y vi tanto bueno y sentí tanta esperanza, que no pude esperar para compartir lo que me ocurrió: después de mucho tiempo, sonreí. Y, para hacerlo, sólo necesité siete músculos.
¡Gracias a todos/as por ayudarme a repartir sonrisas!

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